Cierto día amaneció con el dedo gordo de la mano izquierda endurecido. No le dio importancia. Ama de casa, con cuatro chicos y un marido que es capataz en una finca, Liliana Carranza no tenía tiempo para sí misma. A los tres meses la parálisis se le había extendido hasta el codo y, a los cinco meses, su brazo estaba muerto. Pero no fue esa dolencia, sino una neumonía la que la llevó a la guardia del hospital Padilla donde le diagnosticaron ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica). Una enfermedad degenerativa neuromuscular que va paralizando el cuerpo. Pasaron 11 meses desde ese día.

Liliana vive conectada a un respirador. Todos sus músculos están inútiles, salvo los de sus ojos que todavía le permiten llorar. Un haz de agradecimiento y de serena satisfacción le surca por momentos el rostro, perfecto, que no aparenta los 38 años que va a cumplir el 21 del mes que viene. Le parece increíble estar en su hogar, en su casita escondida en los cañaverales de La Marta, en Burruyacu, a 32 kilómetros al este de la capital.

El operativo humanitario se debe al Equipo de la Terapia Humanizada del hospital Padilla, coordinado por la doctora Myriam Marcial, y al jefe del servicio UCI 1 Jorge Ramacciotti, que montaron una terapia intensiva en medio del campo. Dos ambulancias llegaron por ruta 321 (llena de pozos) y empalmaron por un camino de ripio, hasta la casa, donde los esperaban familiares y vecinos que Liliana no veía hacía mucho tiempo.

“¡Bienvenida mamá! reza un cartel colgado en la ventana. Micaela (19 años), Camila (15), Martín (17) y Luis (13), sus hijos, y Raúl Orlando Nieva, su esposo, salen a recibirla. Ella desciende en camilla, asistida por su respirador. Recibe el saludo de vecinos, parientes y amigos, y pide reunirse a solas, con su esposo y sus hijos, dentro de la casa. Mientras comparte ese momento de intimidad, el equipo - con más de 20 personas entre enfermeras, camilleros y profesionales - prepara un almuerzo criollo (con ayuda de los familiares), donde no faltan el chancho, el asado ni las empanadas. Un grupo de enfermeros vestidos de gauchos y chinitas- Elizabeth Barrionuevo, Fernando Medina y Carolina Parra- muestran sus dotes para el baile folclórico.

Cuando Liliana no los mira, los familiares lloran. Carlos Carranza, el padre de la enferma, está destruido. Cuenta que su propia esposa, la mamá de Liliana, falleció a los 56 años, aparentemente por la misma enfermedad.

Ahora Liliana está sentada al aire libre, con el suero colgando de la rama de una morera. El espectáculo es una sorpresa: un grupo de mariachis irrumpe con sus guitarras y enormes sombreros. “Ese lunar que tienes, cielito lindo, junto a tu boca, no se lo des a nadie, cielito lindo, que a mí me toca ...”

Liliana dibuja una leve sonrisa y echar a rodar otra lágrima.

Un equipo del Padilla consigue dar mayor calidad de vida a sus pacientes

Desde hace cuatro años, el equipo de cuidados intensivos del hospital Padilla trabaja para dar calidad de vida a sus pacientes. Lo logra a través de una tarea de humanización de los cuidados intensivos. No hay manual ni cursos para lograrlo. Sólo la imaginación, la sensibilidad del personal, la buena disposición y el deseo de brindarse plenamente al paciente, según admite el equipo de Terapia Humanizada, que coordina la doctora Myriam Marcial.

El equipo está integrado por médicos, enfermeros, kinesiólogos, psicólogos y otros profesionales que se suman voluntariamente. El grupo trabaja en la organización de salidas a la plaza más próxima al hospital o a las casas de los pacientes para que visiten su familia, siempre acompañados con el debido equipamiento para tener todo bajo control.


MINI HOSPITAL. La ambulancia se detuvo en la vivienda de La Marta.

Este año organizaron dos casamientos en la terapia intensiva. El primero fue el de Ailin Rugiero, de 17 años, que estaba en terapia intensiva a causa de una mielitis, enfermedad que produce una inflamación en la espina dorsal y que compromete la movilidad. La segunda boda fue la de Luis Zelaya, de 26 años, que padece una grave dolencia.

“Este trabajo se realiza en el marco del plan rector del Ministerio de Salud. Avanzar en la humanización de los cuidados intensivos es un logro muy importante para nosotros porque se logran grandes mejorías en los pacientes”, destacó la directora del hospital Padilla, Olga Fernández. “Los integrantes del equipo hacen todo: se organizan para animar la celebración, ellos mismos hacen los adornos y preparan todos los detalles”, describió. También resaltó de manera particular la confianza del Ministerio de Salud que le permite sacar los equipos técnicos a la calle, con equipamiento tecnológico, para beneficio de los pacientes.